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La reciente canonización de Juan Diego en el Santuario de la Virgen de Guadalupe, en Ciudad de México, nos impulsa a hablar de los misterios que esconde la imagen de la Virgen que se venera y de los descubrimientos realizados en los últimos años

por Renzo Allegri

 

En una nota anterior leímos cómo la imagen de la Virgen que se venera en el Santuario de Ciudad de México se materializó de forma misteriosa, en presencia de unos quince testigos, el 12 de diciembre de 1531. Aquel día Juan Diego iba a llevar al obispo, Juan de Zumárraga, que no creía en las apariciones, unas flores recogidas en la montaña: eran rosas de Castilla, que era imposible que hubieran podido crecer allí, y por lo tanto sólo podían ser una señal de la autenticidad de las apariciones. Diego las había puesto en su tilma, el típico delantal que los campesinos aztecas usaban para trabajar. Y cuando llegó ante el obispo y abrió la tilma para darle las flores, sobre aquel tosco delantal se formó, de repente, ante los ojos del obispo y de las otras personas que estaban con él, la imagen de la Virgen, aquella imagen que todavía se venera en el santuario.
Se trata de una imagen donde la Virgen, una joven de unos 15 años, de 143 centímetros de altura, tiene la piel un poco oscura y por esto los mexicanos la llaman ‘Virgen Morenita’. Sus rasgos no son ni europeos ni indios, sino que presentan una perfecta mezcla de ambas razas. Se podría decir que es una perfecta mestiza, fruto de estas dos razas, pero por aquel entonces, la raza azteca-europea no existía todavía. Aquella imagen, por lo tanto, en su configuración física, era profética, representaba la raza mestiza que nació después y es la población mexicana de hoy.
La imagen está rodeada por rayos de sol y bajo sus pies tiene una gran hoz de luna, y un ángel que la sostiene. Las alas del ángel están cubiertas por largas plumas rojas, blancas y verdes. La Virgen lleva un manto verde-azul, cubierto por estrellas doradas, y debajo una túnica rosa ceñida por un cinturón de color violeta oscuro. El cinturón, llevado de ese modo, era un signo para los aztecas de las mujeres embarazadas.
Como ya dijimos, aquel prodigio convenció al obispo, que expuso la imagen en la catedral y ordenó la construcción de una pequeña iglesia en el lugar de las apariciones, como la Virgen había pedido. El templo se acabó en un tiempo record, y el 26 de diciembre de 1531, con una solemne procesión, la imagen fue trasladada a la nueva sede.
La devoción por aquella imagen se difundió rápidamente. La Virgen había dicho a Juan Diego “Yo soy la Perfecta Siempre Virgen María, la Madre del Verdadero y único Dios” y muchos estudiosos se han preguntado, cómo es que desde el principio fue llamada ‘Nuestra Señora de Guadalupe’, que era una de las advocaciones más populares de España. Se dice que la Virgen pidió a Juan Diego ser llamada ‘Cuatlaxupeh’, que en nahuati significa “la que pisa la serpiente”. Pero cuando lo tradujeron los españoles entendieron ‘Guadalupe’. También se dice que la Virgen misma dijo que quería ser llamada Guadalupe, para presentarse con un nombre bastante conocido por los españoles y prevenir de esta forma ‘las reservas’ que podían surgir entre los teólogos españoles con relación a un mensaje proveniente de un indio.
La imagen se había formado en la tilma de Juan Diego repentinamente, ante los ojos de algunos testigos. La tilma estaba tejida con fibras de ágave, un material que se usaba para hacer cuerdas. Una vez retorcidas, estas fibras daban hilos ásperos, duros y muy resistentes. El tejido que se obtenía, por tanto, era áspero, no adecuado para ser pintado. Y mucha gente, observando la imagen, se preguntaba cómo había sido posible obtener una figura tan bonita en una tela tan áspera. Y empezaron las investigaciones. Primero por parte de pintores, después de médicos y científicos, y salieron a la luz increíbles características de aquella imagen, características que superan todas las leyes y los conocimientos científicos humanos. El misterio se ha ido poco a poco, a lo largo de los siglos, evidenciándose siempre y engrandeciéndose, hasta convertirse en uno de los enigmas más sorprendentes que se conocen.

El primer estudio científico que se hizo se remonta al año 1666. Algunos pintores y algunos científicos de aquel tiempo obtuvieron el permiso para examinar atentamente la tilma y con sorpresa constataron que la pintura no tenía una preparación de fondo y por lo tanto era imposible pensar que la imagen hubiera sido pintada al óleo o al temple. Además, el ágave, del que estaba hecha la tilma, es un material extremadamente deteriorable. Expuesto, sin ningún tipo de protección, en un lugar donde el clima húmedo, rico de partículas de salitre, podía corroer incluso el hierro, se habría estropeado en pocos años. En cambio, cuando se hicieron esas investigaciones ya habían pasado 135 años y aquel ágave estaba intacto. Esta observación se ha hecho en todas las otras investigaciones científicas sucesivas, quedando siempre sin respuesta. Es un interrogante que se nos plantea también hoy día: ese ágave es el único que existe en el mundo que después de 461 años está aún intacto.

En 1751 se llevaron a cabo investigaciones por parte de siete pintores famosos, a la cabeza de los cuales estaba Miguel Cabrera, y también constataron que el cuadro no había sido pintado por una mano humana. Los colores estaban ‘incorporados’ a la trama de la tela. Los pintores quisieron hacer algunas copias de la imagen y durante el trabajo se dieron cuenta de que era prácticamente imposible reproducir fielmente la expresión y los rasgos de aquella figura porque eran fruto de una técnica maravillosa e inexplicable, que aprovechaba perfectamente los graves defectos de la trama de la áspera tela. Constataron, por ejemplo que, en la boca, la imperfección del tejido seguía de forma asombrosa el labio superior, obteniendo una profundidad y una expresividad maravillosas.
Cuarenta años más tarde, en 1791, tuvo lugar un accidente que evidenció otras sorpresas. Algunos trabajadores encargados de limpiar el marco de oro en el que en 1777 había sido encerrada la tilma, tenían que usar una solución acuosa de ácido nítrico al 50%. Pero mientras llevaban a cabo el trabajo, sin darse cuenta dejaron caer el líquido sobre la tela. Según las leyes químicas, aquel líquido habría provocado un daño irreparable. El ácido nítrico, en contacto con las proteínas presentes en los tejidos de origen animal o vegetal, les da un característico color amarillo y disgrega la celulosa. Pero en aquel caso no sucedió nada de esto. El líquido caído en la tilma se evaporó, dejando una débil mancha que con el tiempo desapareció totalmente.
En aquella ocasión se observó otra sorprendente característica: en la tilma no había ni rastro de polvo ni de insectos vivos o muertos. El cuadro de la Virgen repelía el polvo y los insectos. Este curiosísimo e inexplicable fenómeno, se ha constatado todas las veces que se han hecho investigaciones en este sentido.

 Pero los resultados más desconcertantes llegaron no hace mucho tiempo. En 1936 el profesor Richard Kuhn, director de la sección de química del Kaiser Wilhelm Institut de Heidelberg, que dos años más tarde, en 1938, obtuvo el premio Nobel de Química, tuvo la posibilidad de examinar dos hilos, uno rojo y uno amarillo provenientes de fragmentos de la tilma de Juan Diego. El resultado de los análisis, llevados a cabo con las técnicas más sofisticadas disponibles en aquel momento, demostraron que en las fibras no había restos de colorantes, ni vegetales, ni animales ni minerales.
A lo largo de los siglos, se hicieron añadidos pictóricos alrededor de la imagen primitiva de la Virgen. Estos añadidos se agrietaron y perdieron color, mientras que la imagen ha quedado siempre intacta, con los colores vivos que parecen frescos.
Hay muchos otros detalles sobre los que los estudiosos están haciendo investigaciones. Especialmente, la disposición de las estrellas que aparecen en el manto de la Virgen y que reproducirían a la perfección las distintas constelaciones celestes, incluso aquellas no conocidas en tiempos de la aparición.

El fenómeno más sorprendente, el que ha despertado la curiosidad científica moderna sobre esta imagen, se refiere a los descubrimientos hechos en las pupilas de la Virgen.
En 1929, el fotógrafo Alfonso Marcué, estudiando algunos negativos de la imagen, observó que en el ojo derecho de la Virgen había una figura humana. El descubrimiento fue una sorpresa. Otros fotógrafos intentaron aclarar el hecho. En 1951, Carlos Salinas, fotógrafo oficial de la Basílica de Guadalupe, afirmó que había constatado que una figura humana se veía también en el ojo izquierdo. Entonces empezaron a interesarse también los médicos. Uno de éstos, Rafael Torrija Lavoignet obtuvo el permiso de estudiar la imagen sin la protección del cristal. Entre 1956 y 1958, hizo cinco investigaciones sirviéndose de lupas y oftalmoscopios y confirmó la presencia de imágenes de figuras humanas en los ojos de la Virgen.
En el ojo humano se forman tres imágenes reflejadas por los objetos observados. Se llaman “imágenes de Purkinje-Sanson”: los nombres de los dos investigadores que las descubrieron en el siglo XIX. Dos de éstas son ‘rectas’, una en la superficie externa de la cornea, la segunda en la superficie externa del cristalino. La tercera, que se forma invertida, aparece en la superficie interna del cristalino. En teoría, tales imágenes reflejadas además en los ojos de una persona viva pueden ser vistas en una fotografía, pero no pueden verse en los ojos de un rostro humano dibujado sobre una tela. Y sin embargo, en las pupilas de la imagen de la Virgen de Guadalupe, imagen que se remonta a 1531, distintos investigadores han notado figuras reflejadas.
El fenómeno se hizo evidente cuando fue observado y estudiado con los medios modernos más sofisticados ligados a las computadoras.  

En 1979 llegó a México un ingeniero peruano, José Aste Tonsmann. Tenía una preparación científica superlativa. En Lima, donde había nacido, había estudiado en el Colegio de San Luis, siendo siempre el primero de la clase. Se recibió en Ingeniería Civil en la Universidad Nacional de Ingeniería de Perú, siendo también el mejor de su curso. Después consiguió una segunda licenciatura en Filosofía y pasó a la Universidad Cornell, en los Estados Unidos, donde se especializó en Ingeniería de los Sistemas de Investigación a través de la computadora. Trabajó con grandes empresas y dictaba cursos en las más prestigiosas universidades americanas. Era, en definitiva, uno de los investigadores modernos más calificados.
“No conocía nada de la Virgen de Guadalupe”, explicó el ingeniero Aste Tonsmann. “Desde el primer día de mi llegada a México estaba muy interesado en digitalizar, a través de un elaborador, una señal representativa y característica de su cultura. Todavía no sabía cuál. Pensaba en el famoso Calendario azteca o en alguna cosa parecida. En aquellos días me cayó entre las manos una revista americana que hablaba de los estudios hechos por el señor Carlos Salinas y se describían los detalles de la investigación en el ojo derecho de la imagen de la Virgen de Guadalupe. La noticia despertó mi interés y mi curiosidad. Me parecía que era un campo de investigación interesante. Me puse en contacto con los responsables del Santuario y empecé mis investigaciones”.
El trabajo hecho por José Aste en 23 años es asombroso. Sirviéndose de instrumentos de última generación, los que usa la NASA para descifrar las fotos enviadas por los satélites en el espacio, ha estudiado a fondo, en todos sus aspectos, los ojos de la imagen de la Virgen de Guadalupe. Ha conseguido obtener ampliaciones de hasta 2.500 veces las dimensiones originales, con 25.000 puntos luminosos sobre un milímetro cuadrado.
Los ojos de la Virgen de Guadalupe, estudiados de esta forma, revelaron la presencia no de una única imagen, sino de una completa y compleja escena, de la que forman parte diez personajes. Se distinguen claramente un indio sentado, desnudo, con la pierna izquierda apoyada en el suelo y la derecha doblada sobre la otra, con el pelo largo, recogido a la altura de las orejas, un pendiente y un anillo en el dedo. Junto a él, un hombre anciano, bastante calvo, barba blanca, nariz recta, cejas pronunciadas, y se ve una lágrima que le desciende por la mejilla derecha: en este personaje se identificó al obispo Juan de Zumarraga. A su izquierda, se ve un hombre bastante joven, y se supone que se trata de Juan Gonzales, el intérprete. Más adelante, aparece el perfil de un hombre de edad madura, con barba y bigotes, nariz grande y aguileña, pómulos pronunciados, ojos hundidos y labios entrecerrados, que parece llevar una capucha: es un indio, en el momento en que está a punto de abrir la tilma. Está mirando en dirección al anciano calvo.
De la descripción de estas imágenes, se comprende que la escena es la que aconteció cuando Juan Diego llevó las rosas al obispo. La Virgen estaba presente, sus ojos fotografiaron la escena y su imagen, que en aquel momento se imprimió en la tilma del indio, se conservó para siempre.
En la descripción de los varios personajes observados en los ojos de la Virgen, el ingeniero José Aste individualizó también a una joven negra. Este detalle alarmó a los estudiosos ya que en tiempos de la aparición, en México, no había negros. Pero sucesivas investigaciones han esclarecido el pequeño enigma. Del testamento del obispo Juan de Zumárraga se supo que tenía a su servicio una esclava negra, a la que, antes de morir, quiso concederle la libertad por los valiosos servicios prestados.
Junto a estos personajes ‘históricos’, que se encuentran perfectamente descritos también por las crónicas del tiempo en que se verificó el prodigio, José Aste individuó una segunda escena, separada de la primera, casi en segundo plano, con un grupo de personas anónimas, que podrían representar una familia azteca compuesta por padre, madre, abuelos y tres chiquillos.

Reflexionando sobre los extraordinarios descubrimientos científicos, el doctor José Aste, que es miembro del Centro de Estudios Guadalupanos, adelanta, desde un punto de vista de creyente, una hipótesis sugestiva. Dice que las escenas descubiertas en las pupilas de la imagen podrían ser un ‘mensaje’ de la Virgen de Guadalupe. “Un mensaje destinado a nuestro tiempo” -dice el ingeniero-, “porque la Virgen sabía que sólo con la tecnología moderna se podía evidenciar el secreto encerrado en los ojos de la imagen. La escena de las figuras anónimas podría indicarnos la importancia de la unión de la familia y de sus valores; la presencia en la mirada de la Virgen de personas de razas distintas, podría ser un símbolo antirracista; la tilma que, para los aztecas, era más un instrumento de trabajo que una prenda, podría ser una invitación a usar la tecnología para difundir la palabra de Cristo”.

 

Ojos de la Virgen de Guadalupe revelarían supuesta profecía sobre la familia

 

¿Existe un mensaje oculto en los ojos de la Virgen de Guadalupe? Pues al parecer sí, esto lo sostiene el periodista y escritor italiano Renzo Allegri, quien asegura que en una de las pupilas de la venerada imagen de la Patrona de México, existiría una imagen que puede considerarse como una profecía sobre la concepción de la familia en estos tiempos.

Como se recuerda, en 1979, el ingeniero peruano José Aste Tonsmann, residente en Estados Unidos, mostró al mundo unas supuestas imágenes que al parecer habrían sido formadas en las pupilas de la Virgen, las mismas que luego de ser reconstruidas habrian sido identificadas como las figuras del indio Juan Diego (a quien se le apareció la Virgen), el obispo Juan de Zumárraga, el joven intérprete del obispo, Juan Gonzales, y una mujer de raza negra, probablemente la sirvienta del obispo.

Sin embargo, junto a estos personajes, se habría descubierto además una segunda escena, en segundo plano, representando una tradicional familia azteca compuesta por el padre, la madre, los abuelos y tres niños.

"Reflexionando sobre estos extraordinarios descubrimientos científicos, el doctor Aste ofrece, como creyente, una hipótesis sugestiva. Dice que las escenas de las pupilas podrían constituir un 'mensaje' de la Virgen", explica Allegri.

Según él, este mensaje "indicaría la importancia de la unión de la familia y de sus valores; la presencia en la mirada de la Virgen de personas de raza distinta podría ser un mensaje antirracista; la tilma, que para los aztecas era un auténtico instrumento de trabajo, podría ser una invitación a servirnos de la tecnología para difundir la palabra de Cristo".

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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